Angélica Olvera
Como todo en la vida, también las relaciones humanas siguen ciertas leyes conocidas y desconocidas. Algunas de ellas parecen demasiado banales para ser mencionadas o descritas. Pero mirando las consecuencias del cumplimiento de esas leyes se puede ver que son realmente simples, sin embargo muchas veces difíciles de lograr.
Bert Hellinger, el fundador del trabajo de Constelaciones Familiares describe esas leyes como Órdenes del Amor y dice que cada miembro tiene que tener el derecho de pertenecer al sistema familiar donde está unido con todos y en cierto equilibrio entre todo lo que se da y se recibe. La pertenencia es una necesidad que tenemos todos los seres humanos. Y esta pertenencia incluye otra condición: estar en el lugar adecuado. Porque Bert Hellinger nos enseñó que la fuerza viene desde el lugar justo.
¿Cómo es, cuando cada miembro de un sistema ocupa su lugar propio con todos los detalles, asumiendo su verdadera responsabilidad? ¿En el sistema familiar, en el sistema escolar, en el sistema de trabajo, entre amigos, vecinos, etc.? Todos están libres de actuar y a su vez comprometidos adecuadamente.
En el sistema familiar: el padre como padre, la madre como madre, y los hijos como hijos. El primero como primero, el segundo como segundo, el tercero (aunque muerto) como tercero, etc. En segundas nupcias: la primera mujer, la segunda mujer, el primer marido, el segundo marido, mis hijos, tus hijos, nuestros hijos, etc.
Parece muy fácil y lógico, pero aún no es. ¿Qué es lo que premia a un hijo, a un padre, a una madre? Seguramente no premia nada a un hijo que muestre a su padre como ser padre y tampoco cuando el padre muestra a su hijo como ser hijo, comportándose como hijo. Puede mostrar hacia su padre como ser hijo, pero no al revés. Y puede estar en el lugar del hijo con respecto a su padre, pero si se comporta como su propio hijo, ninguno de los dos, ni padre ni hijo, puede sentirse con su propia responsabilidad y adecuadamente en su lugar. Es decir, que ser padre requiere el cumplimiento de haber estado adecuadamente en el lugar del hijo y haber formado una pareja y creado un hijo propio, que lo hace salir del lugar del hijo y ponerse ahora en el lugar del padre.
Como padre, uno sabe que tiene solamente la responsabilidad sobre este asunto. Solamente, ¡cómo si fuera poco! Ser padre significa haber tomado la vida de sus padres, con todo lo fácil y con todo lo difícil. Asumiendo lo que es y lo que fue. Si no, sigue siendo hijo, reclamando a los padres todo lo que ellos no han dado y lo que les falta todavía para su felicidad, su éxito, sus sueños, su realización. Ser padre significa asumir su propio destino, tomando su lugar como padre con la responsabilidad que le toca tomar como tal y reconocer sus propios límites y también a ellos que resultan de ellos con respecto al destino de su hijo. Cómo será en el caso de un padre, que se divorció de su primera mujer, la madre de su hijo. Cómo hacerle entender, que no le fue posible seguir con la vida en pareja y que su propia felicidad le fue más importante, sacrificando la vida armoniosa, estando unidos en una casa. Aquí se muestra la difícil tarea del padre, de asumir a su decisión con la culpa necesaria y de observar con amor, cómo en el propio hijo se realiza un destino, en el cual uno mismo conscientemente o inconscientemente participó (según Marianne Franke, “Eres uno de nosotros”, Pág. 74).
Pero uno no puede ir más allá de su propia responsabilidad. Las consecuencias que sufre el hijo no las puede evitar. Esto incluye tomar una culpa, a veces aunque no la haya provocado, simplemente a través de la implicancia que uno tuvo, perteneciendo a un sistema familiar, con todo en lo que formó parte, las dificultades, las implicancias, los límites o también la cultura, la religión, la ideología política, etc. Los padres tienen que tener la capacidad asumir la culpa que le trae su destino y tienen que estar en condiciones de confiar en que los hijos serán capaces también de enfrentar su propio destino y dejar de evitarlo o de adornarlo, disminuyendo las dificultades y los desafíos que les toca vivir.
Reconocer los propios límites quizás resulta más fácil todavía que aguantar los límites que se provocan en el hijo.
Uno llega a negar el dolor que el hijo sufre por la separación, explicándole que esta decisión fue la mejor para él, esperando que el hijo lo entienda y lo perdone. Con esta actitud, el padre pasa el peso de la responsabilidad al hijo y se convierte en alguien más pequeño al lado de su hijo.
¿Y cómo será negar los límites en el sistema escolar, donde actúan director, maestros, terapeutas, educadores en cooperación con los padres y los alumnos? Cuando el maestro se pone en el lugar del padre, cuando los padres se ponen en el lugar del director, cuando el director se pone en el lugar del terapeuta y la colega en el lugar del alumno. Ninguno tiene la fuerza que tendría en su propio lugar, asumiendo su propia responsabilidad. ¿Pero quién tendría que empezar a ordenar? Aquí se muestra otro orden: el de la jerarquía en el tiempo. Aquel que vino antes tiene prioridad con respecto de aquel que vino después.
Primero vinieron los padres de los hijos a los cuales el maestro está enseñando. Es decir, cuando el maestro puede mirar a su alumno, viendo detrás de él a los padres, puede tomar en cuenta las circunstancias del sistema en cuestión y entiende algo de la necesidad y de la pertenencia de este alumno a su sistema familiar. Los padres se sienten reconocidos en sus posibilidades pero también en sus límites y no necesitan cuestionar las posibilidades y los límites del director. El director, puede mirar también detrás de los profesores a los padres de ellos, además las leyes pueden definir las reglas en el colegio.
En una ocasión, vino a mi oficina una alumna que estaba en el último grado del Bachillerato (en México este grado corresponde al último grado antes de entrar a la Universidad, las alumnas tienen entre 17 y 18 años). Y me comentó que tenía un problema con la maestra de matemáticas, a la cual ella quería mucho y había sido su maestra durante los tres años de bachillerato, lo curioso fue que me dijo que esta maestra era como una madre para ella en la escuela, yo le comenté que era muy difícil para una maestra ocupar este lugar ya que las expectativas que ella como “alumna-hija” ponía en “la maestra-mamá”, eran imposibles de cumplir, y le pregunté si su mamá estaba de acuerdo con la relación que ella estaba teniendo con su maestra, ella me comentó que su madre estaba siempre enojada con ella y con la maestra.
Angélica: – ¿Sabes qué siente tu madre con esto?
Alumna: – No importa lo que ella sienta.
Angélica: – ¿Cómo crees que se siente tu maestra con esto?
Alumna: – Pues, eso es lo que me interesa saber, ¡por esto estoy aquí, en esta oficina!
Angélica: – ¿Cómo crees que me siento yo, percibiendo que te interesan más los sentimientos de tu maestra que los de tu madre, te interesaría saberlo?
Alumna: – Ya sé que está mal.
Angélica: – Entonces, ¿por qué lo haces?
Alumna: – Porque mi madre nunca estaba en casa.
Angélica: – ¿Y la estás sustituyendo con tu maestra?
Alumna: – Sí
Angélica: – Qué difícil para tu madre, qué difícil para ti, y qué difícil para la maestra. Para mí, ésta no es una solución.
Alumna: – ¿Y cuál sería la solución?
Angélica: – Lo primero, sería que tomaras a tu madre, así como es y con el tiempo que está contigo, que lo tomaras como suficiente y le dieras las gracias por lo que hace por ti. Lo segundo, sería que tu maestra fuera lo que es: tu maestra, y le permitieras hacer su trabajo y después, si ella te apoya en otras cosas más, captes que no es su trabajo y le das las gracias con amor y respeto para tu madre y para ella. Lo tercero, sería que te despidas de ella como se despide una alumna de su maestra a la que admira y quiere, y la dejaras en su lugar. Por último, quiero recordarte, que tu madre siempre estará contigo, pase lo que pase, te de lo que te de y esté el tiempo que esté. Los maestros sólo estamos de paso, y apreciamos y valoramos en gran manera el tiempo que estamos con nuestros alumnos y después podemos decirles a sus padres que hemos cumplido nuestra tarea y así ganarnos la confianza que la familia deposita en nosotros, cuando vemos a nuestros alumnos con sus padres detrás.
Los maestros desde nuestro lugar… aliados en la educación con la familia.
BIBLIOGRAFÍA
· Bert Hellinger y Tiiu Bolzman “IMÁGENES QUE SOLUCIONAN” Editorial Alma Lepik Argentina.
· Marianne Franke-Gricksch “ERES UNO DE NOSOTROS” Editorial Alma Lepìk Argentina.
· Jirina Prekop y Bert Hellinger “SI SUPIERAN CUANTO LOS AMO” Editorial Herder Madrid.